Liderazgo para tiempos de crisis

Lecciones de Nehemías

Daniel Salinas

Según la revista periodística colombiana Semana, “la mitad de los presidentes y expresidentes recientes en América Latina está envuelta en grandes escándalos de corrupción. Lula no es más que el último.”[1] Se mencionan al menos tres casos en Brasil, lo mismo en Perú, situaciones en Panamá, Chile, Argentina, Guatemala, El Salvador, y por supuesto Colombia. El artículo aclara que solo se mencionan los casos más conocidos, pero que hay muchos otros a lo largo y ancho del continente. Al final la conclusión sobre la situación en Colombia es que “el país enfrenta una crisis ética y no tiene sentido negarlo. Que sea menos grave que en otros países no es un consuelo.”

A la luz de esto, hablar de liderazgo es complicado estos días. Hoy, los fracasos monumentales de tantos líderes han marcado negativamente toda la institución de liderazgo. Hoy se cuestionan los motivos, las estrategias, las personalidades, el estilo de vida del líder, sus gustos y disgustos, Ni las familias de los líderes se salvan de las críticas. Los medios se regodean con estas noticias. Como lo señala Semana, los presidentes elegidos democráticamente se las arreglan para agrandar sus cuentas bancarias, alargar sus periodos y se niegan a entregar el poder. Gran cantidad de políticos, congresistas, senadores, ministros y otros empleados públicos están involucrados en procesos judiciales con multimillonarias sumas de por medio. Todo esto mientras el pueblo común lucha por sobrevivir totalmente indefenso ante la avaricia y el hambre de poder de sus líderes. Lamentablemente la situación no muestra un panorama distinto en el mundo cristiano de iglesias, ministerios, ONGs, organizaciones misioneras, etc. Parece que la sal ha perdido su sabor y más bien se ha contaminado con la corrupción predominante en la sociedad en general.[2]

Muchos lectores, y con justa razón, podrían comentar que esto no es nada nuevo, que así ha sido desde los umbrales de la humanidad. Déspotas, dictadores, gobernantes megalómanos, líderes corruptos y sus seguidores llenan los anales de la historia universal. Pero por cada líder que cae estrepitosamente hay cientos de líderes que se han mantenido fieles pero que han sido sistemáticamente ignorados por los que escriben la historia. Es más interesante escribir sobre lo mórbido, y en este mundo comercializado, se escribe lo que produzca más ventas.

Por eso el ejemplo de Nehemías en el relato bíblico es como un oasis en el desierto. En medio de un exilio doloroso causado en gran parte por una monarquía decadente y corrupta, viviendo un proceso de transición en una crisis espiritual y existencial, Israel necesitaba un líder diferente, alguien que ayudara al pueblo que intentaba reubicarse en su tierra.

La situación era álgida. Los exiliados regresaban a una ciudad en ruinas, sin seguridad alimentaria e insuficiencia financiera, para caer en manos de especuladores, acaparadores y explotadores. La esclavitud en Babilonia pintaba mejor que la situación en Palestina. En ese contexto Nehemías marcó una diferencia y su liderazgo nos deja lecciones importantes. Como copero del rey, Nehemías estaba familiarizado con los tejemanejes del gobierno imperial. Él no desconocía las ventajas que traía el poder. Estaba acostumbrado a los lujos y centellas de la corte. Todo esto hace más remarcable su participación en el proceso de reconstrucción de su pueblo. En sus propias palabras:

Desde el año veinte del reinado de Artajerjes, cuando fui designado gobernador de la tierra de Judá, hasta el año treinta y dos, es decir, durante doce años, ni mis hermanos ni yo utilizamos el impuesto que me correspondía como gobernador. En cambio, los gobernadores que me precedieron habían impuesto cargas sobre el pueblo, y cada día les habían exigido comida y vino por un valor de cuarenta monedas de plata. También sus criados oprimían al pueblo. En cambio yo, por temor a Dios, no hice eso. Al contrario, tanto yo como mis criados trabajamos en la reconstrucción de la muralla y no compramos ningún terreno. A mi mesa se sentaban ciento cincuenta hombres, entre judíos y oficiales, sin contar a los que llegaban de países vecinos. Era tarea de todos los días preparar un buey, seis ovejas escogidas y algunas aves; y cada diez días se traía vino en abundancia. Pero nunca utilicé el impuesto que me correspondía como gobernador, porque ya el pueblo tenía una carga muy pesada. (5:14–18)

Lo que sobresale en esta descripción es que Nehemías puso los intereses del pueblo bajo su autoridad por encima de sus propios intereses. La situación no daba para que él y su séquito cobraran a los pobladores empobrecidos el impuesto correspondiente, en contraste con los gobernadores que le antecedieron. También, Nehemías se arremangó sus camisas y trabajó hombro a hombro con los demás. Él hubiera podido simplemente “supervisar” y desde su silla de gobernador dirigir el proyecto. Pero se untó las manos con tierra y sus ropas se llenaron de material como las de todo el pueblo. Lo de que no compró ningún terreno se entiende a la luz de 5:1–5:

Los hombres y las mujeres del pueblo protestaron enérgicamente contra sus hermanos judíos, pues había quienes decían: «Si contamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, ya somos muchos. Necesitamos conseguir trigo para subsistir». Otros se quejaban: «Por conseguir trigo para no morirnos de hambre, hemos hipotecado nuestros campos, viñedos y casas». Había también quienes se quejaban: «Tuvimos que empeñar nuestros campos y viñedos para conseguir dinero prestado y así pagar el tributo al rey. Y aunque nosotros y nuestros hermanos somos de la misma sangre, y nuestros hijos y los suyos son iguales, a nosotros nos ha tocado vender a nuestros hijos e hijas como esclavos. De hecho, hay hijas nuestras sirviendo como esclavas, y no podemos rescatarlas, puesto que nuestros campos y viñedos están en poder de otros».

La tierra estaba hipotecada a los usureros que como sanguijuelas acaparaban los campos y las cosechas. EL pueblo no tenía otra salida para subsistir. Tuvieron que vender sus posesiones y esclavizar a sus hijos. Nehemías tuvo la oportunidad de aprovecharse de la situación pero no lo hizo. No compró el terreno de nadie, o sea no lo desposeyó de sus propiedades, antes bien, como dice el versículo 10: “Mis hermanos y mis criados, y hasta yo mismo, les hemos prestado dinero y trigo.” En lugar de quitarles les dio y les ayudó con sus recursos.

Uno se pregunta ¿por qué Nehemías fue diferente a los otros líderes? La respuesta la encontramos en el versículo 15: “En cambio yo, por temor a Dios, no hice eso.” Lo que hacía que Nehemías fuera en contra de la corriente del poder usurpador y abusivo era el “temor a Dios.” No es claro el significado de esta expresión “temor a Dios”. Es posible que Nehemías se refería a obediencia a la ley de Dios. Por lo menos eso es lo que parece decirle al pueblo convocado en el v. 9 del mismo capítulo, lo que la NVI traduce como “reverencia a Dios” y la RV60 como “el temor de Dios”. En el contexto de este capítulo esta expresión tiene el sentido de obediencia a la ley divina, elemento que caracterizaba al pueblo de Dios y lo separaba de los otros pueblos (v.9). Pero esto presupone un conocimiento de esa ley, un tema predominante en el relato (ver capítulos 8 y 9, por ejemplo). Lo que se puede ver es que esto permea toda la vida de Nehemías. Desde el comienzo del libro, Dios y la ley de Dios son temas centrales. A Dios él ora constantemente. Su involucramiento en la reconstrucción se presenta en la narrativa como una respuesta directa de Dios a su oración. El éxito de la empresa y la derrota de los enemigos se atribuyen a Dios. Para Nehemías el temor a Dios, la obediencia a la ley, era el criterio rector de sus acciones, decisiones, modus operandi, incluyendo su ejercicio de autoridad.

Habría mucho más que decir de este líder monumental en la narrativa veterotestamentaria, pero esto es suficiente para que destilemos algunos principios fundamentales para nuestro modelo de liderazgo.

  1. El bien común debe estar por encima de nuestros intereses personales, incluso cuando eso sea contraproducente para nuestras finanzas. Las cuentas en bancos extranjeros de muchos expolíticos nos advierten que es fácil sucumbir a la tentación del enriquecimiento ilícito. Nuestras gestiones deben ser transparentes y públicas, para que no haya nadie que nos pueda acusar de corruptos. El liderazgo no debemos considerarlo como una plataforma para nuestra superación personal a expensas de las personas a nuestro cargo. Debemos cuidarnos de motivaciones dudosas cuando aceptamos posiciones que tengan que ver con el ejercicio del poder. Como dijo el presidente mexicano Benito Juárez en el siglo diecinueve: “Los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las Leyes; no pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir en la honrada medianía que proporciona la retribución que la Ley señala.”[3] ¡Qué bueno fuera que estas recomendaciones se reflejaran en la realidad!
  2. Debemos ejercer un liderazgo que considere seriamente el contexto particular de los que tenemos bajo nuestra autoridad. Los modelos de líderes anteriores pueden que nos sirvan, pero debemos estar abiertos a ser diferentes, especialmente si los que estuvieron antes dejaron un legado negativo, como lo vemos en Nehemías. A veces debemos ser reformadores. No hace mucho que se prefería al líder autoritativo, mandón, con un gran ego y que lideraba sin consultar a nadie. Hoy el paradigma ha cambiado. Se propone un liderazgo humano, participativo, transformador y de equipo. El contexto específico del grupo nos debe ayudar a determinar el tipo de líderes que queremos ser.
  3. Como líderes debemos escuchar a los subordinados y tomar en serio sus querellas ajustando nuestra gestión para atenderlas. Esto lo vemos varias veces en los relatos de Nehemías. Él mantuvo una comunicación abierta y permanente con el pueblo y a partir de ésta él respondió a las situaciones. El ejemplo de este líder nos obliga a mostrar empatía con el pueblo, a ponernos en sus zapatos, a vivir sus angustias cotidianas. Las personas que tenemos el privilegio de liderar no son objetos. Es muy fácil, y de esto tenemos muchos ejemplos, deshumanizar a las personas y olvidarnos de sus situaciones. Junto a la capacidad de gestión, conocimiento especializado y administrativo, como líderes necesitamos desarrollar nuestra capacidad humana. Debemos estar abiertos a que los grupos evalúen nuestro liderazgo y a recibir retroalimentación. Necesitamos sabiduría para entender el liderazgo que el contexto demanda. No existe un modelo que sirva en todos los entornos.
  4. Debemos liderar con ejemplo, trabajando y actuando al lado de los demás. Nehemías nos deja el ejemplo de un líder que está presente en la cotidianidad, que comparte cada momento del devenir humano con su pueblo. Diríamos que debemos ser líderes encarnados en la realidad de nuestro pueblo. Un liderazgo ausente o desde afuera, que evita contacto permanente con la gente, al final fracasa. El líder se invalida y el pueblo se confunde. Nehemías se identificó con el desespero y los temores de los que regresaron del exilio. Él no tuvo temor de acercarse, de untarse las manos, ni de mantenerse ocupado con el pueblo. Líderes que se quieren mantener en las márgenes asépticas de la oficina, sin “contaminarse” con los gérmenes de la vida, ni respirar el aire atroz en la calle, desaniman a los grupos y al final apagan la llama de la misión.
  5. Un líder debe estar dispuesto a oponerse al abuso y a la injusticia donde quiera que estas alimañas aparezcan y cualquiera sea su origen. No fue suficiente la reconstrucción de la muralla, fue más importante la reconstrucción del pueblo bajo los principios de la ley de Dios. Con lo primero Nehemías hubiera cumplido su tarea, pero él tenía metas más altas. Nehemías se dio cuenta que más allá de la seguridad de la ciudad él tenía que atender la situación de injusticia social, explotación y desobediencia a la ley de Dios. Lo urgente no limitó lo importante. El líder debe mantener clara la visión y misión de la organización para no dejarse llevar por lo tangencial, dejando a un lado lo primordial. Nehemías usó como criterio el “cumplir la ley de Dios” (10:28). Esa debe ser también nuestra guía. Los cambios, las estrategias, las metas, los objetivos y todo lo demás en el grupo deben mantener la Palabra como la autoridad máxima. En palabras de Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor.”[4] Si por algo se reconoce a Nehemías es que no se mantuvo neutral sino que se hizo al lado de los que sufrían y actuó a su favor.
  6. Debemos como líderes recordar que antes que a cualquier otra persona, somos responsables delante de Dios por nuestro ejercicio de autoridad. Es el “temor a Dios” lo que nos debe mantener atentos a las tentaciones que trae el poder. Dios es a quién rendimos cuentas y en últimas somos responsables delante de él por el liderazgo que él nos ha asignado. Debemos mantener una relación creciente e íntima con Dios y su Palabra. Nuestra vida debe caracterizarse por una obediencia clara a la voluntad de Dios. Si bien podemos aprender mucho de las teorías contemporáneas sobre liderazgo, al final el criterio último es la Palabra de Dios. El liderazgo no nos exonera de la obediencia a Dios, más bien nos compromete más con Dios. Al fin de cuentas el grupo de personas bajo nuestro liderazgo pertenece a Dios y no a nosotros.

Si bien el artículo de Semana llega a un diagnóstico acertado de que estamos frente a una seria crisis ética, no hay ninguna solución propuesta. Además de esto podemos acertadamente decir que hay una crisis moral, espiritual y humana con el liderazgo corrupto en América Latina. La solución no puede ser simplemente no tener más líderes, ni deshacernos completamente de la institución del liderazgo. Nuestro desafío es mostrar modelos diferentes de líderes sensibles a la realidad, sometidos a la Palabra de Dios, comprometidos con Dios y su pueblo, dispuestos a liderar por ejemplo metiéndose con la gente en el trabajo y que mantengan una relación creciente y constante con Dios. Solamente así lograremos superar las crisis de liderazgo que vivimos hoy en América Latina.

Preguntas para debatir

  1. ¿Qué características esperas de tu líder ideal?
  2. ¿Te gustaría tener más líderes como Nehemías? ¿Cuáles de las características de Nehemías son más necesarias hoy en tu grupo, iglesia, familia, ciudad?
  3. ¿Por qué será que la corrupción es tan atractiva incluso para los creyentes?
  4. ¿Qué salvaguardas necesitamos implementar en nuestros grupos para ayudar a los líderes a mantenerse íntegros?
  5. ¿Por qué es más importante un líder con “temor de Dios” que uno con títulos y/o cualificaciones profesionales impresionantes? ¿Cambiaría esto la política de contrato de nuevos obreros y empleados en tu grupo?
  6. ¿Qué pasos prácticos puedes tomar para evitar convertirte en otro líder corrupto? ¿Cómo vas a demostrar en tu vida el modelo bíblico de liderazgo?

Lecturas adicionales

  • Acosta, Milton. El mensaje del Profeta Oseas: una teología práctica para combatir la corrupción. Lima, Perú: Ediciones Puma, 2018.
  • López R., Darío. La seducción del poder: evangélicos y política en el Perú de los noventa. Lima, Perú: Ediciones Puma; CENIP, 2004.
  • Mangalwadi, Vishal. Truth and Transformation: A Manifesto for Ailing Nations. Seattle: YWAM Publishing, 2009.
  • — — — . Verdad y transformación. Seattle: Editorial JUCUM, 2010.

Notas al pie

[1]“América Latina: la corrupción hace metástasis”, Semana, el 16 de julio de 2017, sec. Portada, https://www.semana.com/nacion/articulo/presidentes-y-expresidentes-recientes-de-america-latina-en-grandes-escandalos-de-corrupcion/532596.

[2] Ver por ejemplo Juan Sebastián Jiménez Herrera, “Escándalos que han salpicado a las iglesias evangélicas de Colombia”, El Espectador, el 25 de enero de 2014, sec. Judicial, https://www.elespectador.com/noticias/judicial/escandalos-han-salpicado-iglesias-evangelicas-de-colomb-articulo-470881. Ver también el trabajo de Israel Ortiz sobre el caso particular de Guatemala, “Los evangélicos y la política: una revisión del camino”, Kairós 35 (2004): 81–119.

[3] Citado por Ignacio Pinto León, “El enriquecimiento ilícito” (Lic. en Derecho, Universidad Panamericana, 2000), 2, http://jurismex.com/TESIS%20El%20Enriquecimiento%20Ilicito.pdf.

[4] Gary Younge, “Interview: Desmond Tutu”, The Guardian, el 22 de mayo de 2009, sec. Books, http://www.theguardian.com/books/2009/may/23/interview-desmond-tutu.

Las citas han sido sacadas de la Nueva Versión Internacional® NVI® Copyright © 1999. Usada con permiso. Todos los derechos reservados.

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