Preservación y liberación
Sin lugar a dudas, estamos viviendo tiempos emocionantes y desafiantes: las iglesias y las instituciones educativas cristianas de muchos países se están enfrentando cada vez más a la realidad de la liberación de los negros y los mestizos. La justicia restaurativa es un tema recurrente en muchas redes y foros de apoyo, en las modificaciones de las políticas y los planes de estudio exigidas por los estudiantes y los organismos de enseñanza, y en los grupos independientes que atacan sin cesar a los que defienden el statu quo. En medio de este movimiento generalizado y renovado entre las comunidades cristianas convencionales, se está produciendo otro intenso movimiento en los márgenes. Este se puede ver perfectamente a través de los poderosos flujos de las redes sociales, también se esparce por las calles e influye así en toda la sociedad. Se trata de un interlocutor ignorado en el debate general sobre la justicia racial, la Biblia y la Iglesia, y sin embargo, conoce muy bien las reflexiones de aquellos que ya no van a la iglesia.
En los últimos años, he estado reflexionando acerca de la siguiente pregunta: ¿Por qué los negros abandonan la iglesia convencional para unirse a grupos religiosos marginales negros? En el marco de mi tesis de doctorado, me propuse analizar las siguientes cuestiones: ¿en qué se ha equivocado la iglesia? ¿Cuáles fueron los aspectos más influyentes de estos grupos religiosos negros? Y además, ¿qué podemos aprender de este fenómeno mientras reflexionamos sobre la justicia racial, la Biblia y la iglesia a nivel mundial? A lo largo de este proceso de investigación, me he enfrentado ante dos retos: el primero fue el hecho de realizar mis estudios de teología en un contexto en el que el método, la teología y la filosofía occidentales constituyen el estándar para la información fiable y la investigación innovadora, original y valiosa. El segundo reto fue una reflexión más personal sobre mi postura teológica ya que siendo creyente evangélica conservadora me he adentrado en la teoría, la filosofía y la política progresistas y liberales como el contexto más prometedor para desarrollar un marco viable y liberador para mi investigación. En otras palabras, las normas teológicas eran demasiado blancas, y la trayectoria liberadora era demasiado progresista para una cristiana conservadora negra como yo (¡y probablemente fundamentalista!).
Durante mi investigación de doctorado, se produjeron varios acontecimientos críticos para la comunidad diáspora de negros y mestizos:
- La presidencia de Donald J. Trump en Estados Unidos
- El escándalo Windrush en el Reino Unido
- Los asesinatos de hombres y mujeres negros desarmados que se convierten en una noticia habitual
- Y el auge del movimiento Black Lives Matter
Estos son sólo algunos acontecimientos clave; y cada uno de ellos acentuó las tensiones personales en juego, las soluciones que parecen encontrarse en el comportamiento, el voto o el pensamiento conservador o progresista. Estos acontecimientos llegaron hasta las iglesias preguntando «¿a quién le van a creer?». La respuesta nunca podría ser el simple «creeremos en lo que dice el Señor», porque ahora incluso cualquier persona se plantea las preguntas filosóficas más profundas: ¿cuáles son las mejores interpretaciones de la Palabra del Señor? ¿Las que protegen y apoyan las interpretaciones tradicionales con sistemas y doctrinas? ¿O las que ven la verdad del evangelio en las experiencias de los oprimidos? ¿Quién determina cómo identificamos la verdad de Dios y cómo afecta nuestra función en la sociedad? Y en algunos casos… «¿Quién es el Señor?»
Las recientes reformas, ajustes sociales, modificaciones políticas e iniciativas reparadoras son el resultado de la reciente ola de filosofías y protestas políticas radicales negras. Éstos han acusado a la sociedad occidental del pecado del racismo sistémico e institucional que niega a las personas negras y mestizas la capacidad de prosperar en la vida cotidiana. No pretendo negar la labor realizada por quienes se consideran negros, mestizos y conservadores; pienso más concretamente en las iglesias históricas de personas negras cuyo legado ha sido la justicia y la reforma de la sociedad a través de los valores cristianos bíblicos-, pero el estilo de la época es ciertamente radical. Es radical tanto porque propone nuevas formas de sociedad, cuestionando las verdades asumidas, como porque acentúa la división entre racistas manifiestos, participantes pasivos del racismo y antirracistas (los que se arrepienten de manera deliberada).
Como estudiante cristiana de raza negra, creo que es común sentir la tensión entre los espacios aparentemente opuestos en el ámbito académico, y resulta difícil navegar por los extremos mientras uno intenta encontrar su propio equilibrio académico y el camino de investigación único. ¿Cómo buscamos la justicia para nuestra comunidad con tradiciones teóricas que excluyen nuestras voces? Además, ¿cómo mantenemos nuestro compromiso con las Escrituras mientras nos dedicamos a la deconstrucción y a la metodología basada en la sospecha? Estas fueron las preguntas que tuve que hacerme a mí misma, a los participantes de mi investigación y a las religiones de personas negras y británicas lectoras de la Biblia en las que me enfoqué.
Las religiones afroasiáticas diaspóricas, como el movimiento Rastafari, la Nación del Islam y los israelitas negros, que se adelantaron durante décadas a la corriente eclesiástica principal en el proceso de descolonización, elaboraron sus propias respuestas a las preguntas anteriores. En gran parte, sus respuestas satisfacen la tensión conservadora y liberal a la que creo que se han enfrentado muchos otros como yo. No sólo en la forma en que consideran que las Escrituras son autoritarias (de nuevo, en gran parte, aunque son bastante conservadoras) y, a través de estas interpretaciones, condenan al imperio neocolonial por su papel continuo en la opresión de los pueblos negros y mestizos. Sino que también presentan programas prácticos para la autodeterminación y la autosuficiencia de los negros, africanos o hebreos que viven en «Babilonia», gracias a los negocios y la economía, las estructuras familiares sólidas y las formas de alimentación, los cuales siguen los modelos de la Biblia.
Aunque generalmente no se consideran buenas compañeras de conversación, ya que no cumplen con los marcadores académicos occidentales, estas religiones afroasiáticas diaspóricas han triunfado donde la universidad y la iglesia principal no lo han hecho, y ocupan una posición única. Sus enseñanzas piden cuentas al conservadurismo de extrema derecha que hemos visto emerger como nacionalismo racista durante la presidencia de Trump y los movimientos liberales de extrema izquierda que cuestionan nuestras creencias cristianas fundamentales considerándolas «coloniales» y que dan autoridad a las diversas experiencias vividas de «los otros». Al considerar ambos extremos como «herramientas del enemigo», las religiones afroasiáticas diaspóricas presentan una oportunidad para reflexionar sobre esta posición única. Permiten a los estudiantes cristianos evangélicos negros alejarse de la tensión de los extremos y trazar un camino intermedio. Este camino intermedio no es una vía de concesión sino que es un camino que extrae el método de los extremos y que produce un marco viable iluminando de manera crítica los extremos e iluminándose también a sí mismo. A este marco lo llamo el marco de la preservación y la liberación, porque permite preservar la autoridad de las Escrituras en nuestra teología y, al mismo tiempo, liberarlas de su esclavitud colonial y evitar la atracción hacia una agenda humanista. Las instituciones educativas cristianas se enfrentan a la inevitable superposición de la limitada filosofía humana y la tarea teológica de entender a Dios, pero quizás no son lo suficientemente transparentes sobre cómo esta coincidencia imperfecta afecta al diverso alumnado cristiano. Estos dos espacios van más allá de nuestras facultades y universidades y están incrustados en el tejido político de las sociedades del mundo, enviando mensajes claros en la conversación actual sobre justicia racial; es hora de que desafiemos los mensajes de los extremos opuestos. Nuestra reflexión puede guiarnos hacia nuestro posicionamiento único y aportar los componentes que faltan para la reparación y la reconciliación a través de los ejemplos imperfectos pero profundos de las comunidades religiosas negras marginadas que se inspiran en la Biblia.
Preguntas para debatir
- Louis escribe que los movimientos marginales “están maduros con las reflexiones de aquellos que ya no van a la iglesia”. ¿Qué clase de información podremos conseguir de tales movimientos? ¿Qué “movimientos marginales” hay en tu zona y cuál podría ser la visión de “aquellos que ya no van a la iglesia”?
- En un momento, Louis resume su dilema con una pregunta: “¿Cómo buscamos la justicia para nuestra comunidad con tradiciones teóricas que excluyen nuestras voces?” ¿Hasta qué punto sientes esta tensión en tu propia disciplina o vocación?
- ¿Qué quiere decir Louis cuando habla del “marco de la preservación y la liberación”? ¿Qué tensión busca mantener con este marco? ¿Qué podría requerir este marco en tu propio contexto?
- Louis propone que “las instituciones educativas cristianas se enfrentan a la inevitable superposición de la limitada filosofía humana y la tarea teológica de entender a Dios, pero quizás no son lo suficientemente transparentes sobre cómo esta coincidencia imperfecta afecta al diverso alumnado cristiano.” ¿Estás de acuerdo con su mensaje? ¿Por qué o por qué no? En la práctica, ¿qué aspecto tendría esta mayor transparencia?