La vida en primera línea de batalla
Gracia en la lucha cuesta arriba en el ministerio estudiantil de África del Norte
Hacía calor, 36º, quizás. Por suerte la comisaría tenía aire acondicionado. Eché un vistazo alrededor de la habitación. Me sudaban las palmas de las manos. Entraron dos agentes. ¡Señor, ayúdame! Dame las palabras correctas. Me invadió una paz inconfundible. Sentí que Dios me decía: Estoy aquí. Esto está en mis manos.
Estábamos listos. Uno de los agentes abrió la libreta y me miró:
“¿Todavía eres cristiano?”
Y así empezó el interrogatorio…
Abdullah* trabaja con el movimiento de IFES de un país musulmán en el Norte de África. Se convirtió del islam al cristianismo cuando era estudiante y ahora se dedica a hablarles a los estudiantes de la esperanza que ha encontrado en Jesús. El terreno es duro. A los estudiantes que se convierten al cristianismo se los considera traidores a su país. Normalmente sufren gran oposición por parte de su familia. Algunos podrían perder su plaza en la universidad y otros se exponen al maltrato físico.
El ministerio estudiantil en este contexto es una lucha cuesta arriba. El año pasado la vida fue aún más dura para Abdullah cuando fue llamado a un interrogatorio por parte de la policía. Comparte la historia de su vida en primera línea de batalla.
Bajo presión
Sí. Todavía soy cristiano. Intenté contestar tranquilamente y con confianza. Y tengo la intención de serlo el resto de mi vida.
Los agentes se mostraron amables, sorprendentemente, pero tenían que hacer su trabajo. El interrogatorio duró tres horas. Querían obtener información de mi iglesia, mis actividades, mi esposa… nombres, direcciones, fechas y detalles. Esta fue la primera de cuatro visitas a las autoridades. Siempre me hacían las mismas preguntas. La última vez que fui hablé con el jefe de policía. Me dijo que me arrepintiera y volviera al islam. No hay lugar para ti en este país siendo cristiano.
También vinieron a inspeccionar mi casa. Registraron mis pertenencias. Apuntaron los nombres de los libros y folletos cristianos que tenía en las estanterías. Me confiscaron el pasaporte durante varios meses. Me perdí importantes reuniones de IFES. Cuando por fin me permitieron ir a la oficina de pasaportes para recuperarlo, tuve que hacer cola junto a hombres que habían participado en actividades terroristas. A mí también me ven como un traidor, pensé.
Una lucha interna
Fue una época difícil. Una de las cosas más difíciles fue ver el impacto que tuvo en los estudiantes cristianos que yo conocía. Tenían miedo de que les pasara lo mismo que a mí. Algunos querían tener menos contacto conmigo. Fue doloroso. Sí, confiaba en Dios y quería regocijarme en medio de mi sufrimiento. Pero también luchaba, al igual que mi esposa. Surgió la oportunidad de marcharnos a un país mucho más abierto, pero decidimos quedarnos. No quería dejar atrás este ministerio tan joven. Quería ver cómo crecía. Quería quedarme y ver que hay gente que toma el relevo después de mí.
Comprometerse o quedarse a medias
Hay muchos estudiantes que se apartan porque sufren a causa de la persecución o el sacrificio que tienen que hacer y se preguntan si merece la pena. Cada día están rodeados de una fuerte influencia islámica (y ahora también secular) en la universidad. Muchos jóvenes creyentes ya participan en movimientos políticos o religiosos cuando oyen hablar de Cristo; muchos están en una relación con una persona musulmana. Sienten que es un gran sacrificio el que tienen que hacer.
Si en un año siete personas declaran que creen en Cristo, tres se comprometerán y cuatro se quedarán al margen, conformándose y quedándose a medias.
Poca comunión con otros creyentes
Otro reto enorme es el hecho de que incluso después de confesar que creen en Cristo, los estudiantes se suelen mostrar reacios a comprometerse con una comunidad eclesial e incluso menos personas quieren participar en un grupo estudiantil. Vienen de un trasfondo musulmán donde no se les obliga a asistir a una mezquita en particular consistentemente. Un musulmán puede asistir a cualquier mezquita que elija los viernes. Así que los jóvenes creyentes a menudo tienen una actitud relajada con respecto a la comunión con otros cristianos. Es un proceso que tiene dos etapas: primero hay que convencerlos para que abracen la fe cristiana y después hay que convencerlos para que se unan a una comunidad cristiana.
Es un reto discipular a estos jóvenes, especialmente para aquellos que están aislados geográficamente. A veces no hay ninguna iglesia en la región ni ningún otro cristiano en el campus. A veces hay uno o dos creyentes en la universidad, a menudo estudiantes internacionales, e intentamos ponerlos en contacto. La comunión es un reto porque hablan idiomas diferentes, pero es mejor que nada. Viajo para encontrarme con ellos cuando puedo, pero no es fácil llegar a los que viven a 200 o 300 km.
Lento pero constante
Llevo varios años trabajando en el ministerio estudiantil. No esperaba grandes cosas, pero no sabía que sería tan difícil. Pero aún así, en medio de la lucha cuesta arriba, hay gracia. Veo a Dios obrando. Y recuerdo que dice: Esto está en mis manos. El crecimiento es lento, pero constante. Cada año unos cuantos estudiantes conocen a Cristo y esto me anima a seguir. Algunos que profesan fe se apartan, pero otros se mantienen fieles. Anima mucho ver a los cristianos graduados servir en su iglesia o en otros ministerios. Dicen: Ha sido una bendición formar parte del ministerio estudiantil.
Así que seguimos adelante, plantando semillas, orando cada día: Dios, trae a obreros para esta enorme siega.
* No es su verdadero nombre