Buenos Aires, Argentina. Foto: Matias JacobiUnsplash

La cuestión política y el cristianismo latinoamericano

América Latina es una región donde los niveles de desigualdad y exclusión son estremecedores. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL) declara que, a pesar de desarrollos recientes, América Latina sigue siendo la región con los índices más altos de desigualdad en el mundo.

Cada vez es más difícil ignorar el hecho de que vivimos en un mundo violento e injusto. No somos llamados a ser una comunidad que se esconde o que se desentiende del mundo, sino que debemos ser una comunidad que defiende a los oprimidos y trae luz a la oscuridad.

La oscuridad presente

Teniendo en cuenta solo el 2017, ya existen demasiados ejemplos de corrupción política, tan extendida en nuestra región.

En abril del 2017 fue detenido en Guatemala Javier Duarte, exgobernador del estado mexicano de Veracruz, tras haber pedido licencia de su cargo meses atrás. Debía millones y huyó de su país, lo que provocó una gran indignación, pues se descubrió que había malversado fondos y había permitido que se aplicaran quimioterapias falsas a niños en hospitales públicos.

Miles de personas siguen desaparecidas en toda la región. El País declara que han desaparecido más de 90000 personas en América Latina en los últimos años, siendo los gobiernos cómplices por no asumir responsabilidad y por su falta de acción.

Los sobornos que la empresa de construcción brasileña Odebrecht ofreció a los trabajadores de los gobiernos de varios países ya son conocidos por toda América Latina. Expresidentes de Brasil y Argentina son acusados de blanqueo de dinero. Millones de dólares son malversados cada día en Perú mediante prácticas corruptas. En octubre, un juez dictaminó que el expresidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, comparezca en juicio por su supuesto papel en un plan de corrupción enorme en el que estaba involucrado el servicio de aduanas del país.

La misma historia se repite de diferentes maneras una y otra vez, incluso con líderes que son apoyados por los evangélicos.

Sentimos la oscuridad que hay en estas historias. Puede que sea fácil caer en la indiferencia y encontrar todo tipo de excusas para no involucrarse. Pero es importante que, como cristianos, traigamos luz.

Acciones que dan testimonio de la luz

Somos llamados a seguir los pasos compasivos de Jesús. Nuestra participación es fundamental, como agentes de un cambio en el cual testificamos públicamente la paz y la justicia. Esto es un acto político, pues trata de nuestra vida en conjunto y la relación con el poder. No nos hace ser mejores ciudadanos o cuyas opiniones son las únicas válidas, sino que queremos proclamar una verdad que libera a las personas (Juan 6:32).

La corrupción es peligrosa por sus consecuencias políticas. La corrupción política es agravada por la concentración del poder, el uso de recursos económicos que incrementa la desigualdad y una impunidad percibida. La corrupción implica gente con poder que manipula instituciones para su propio beneficio y genera opresión violenta e injusticia. Los líderes tienen ojos y oídos pero no ven ni oyen el sufrimiento de su pueblo.

Pero hemos sido llamados a llevar a cabo un activismo público: defender a los huérfanos, viudas, extranjeros y otros colectivos vulnerables. El compromiso político es una expresión de nuestra fe en un Dios que da dignidad al oprimido, da de comer a los hambrientos y aborrece las autoridades corruptas (Salmo 82).

Somos llamados a amar a nuestro prójimo y debemos responder. No podemos aceptar la apatía cuando nos enfrentamos a la necesidad política de trabajar para establecer la paz en nuestras ciudades (Jeremías 29:7).

Queremos estar presentes donde se toman las decisiones, donde se dialoga y se coexiste apoyándose el uno al otro. Es importante estar informados, involucrarse en asuntos comunes, y defender espacios compartidos de discusión como las escuelas.

Nuestras oraciones y nuestras vidas pueden y deben intervenir en los asuntos públicos (1 Timoteo 2:1–7). Nuestra tarea como cristianos en América Latina es seguir los pasos de Jesús y dar consuelo en medio del sufrimiento, proclamar la verdad ante la mentira y traer esperanza a los afligidos. Por favor, oren por nosotros.

Andrés E Sierra Martínez, graduado de COMPA Mexico

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