Compartiendo el dolor de los que lo han perdido todo
Los estudiantes de GEU Guatemala apoyan a los supervivientes de la erupción del volcán de Fuego
Jimena y Diana son dos estudiantes de GEU Guatemala que han estado trabajando de voluntarias ofreciendo ayuda y apoyo a los supervivientes de la reciente erupción del volcán de Fuego. Fueron afectadas 1,7 millones de personas cuando entró en erupción el volcán el pasado 3 de junio. Cuando se suspendió la búsqueda de víctimas después de dos semanas, el número de muertos había ascendido a 110 y 200 personas permanecían desaparecidas. Estas dos estudiantes de psicología se unieron a un equipo de profesionales para ofrecer apoyo psicológico a los supervivientes, que ahora están viviendo en refugios. Jimena reflexiona:
“Muchos adultos querían expresar su dolor, pero no podían hacerlo con palabras. Otros lo decían con los ojos: estaban desconsolados, perdidos, enfadados, sin esperanza y eran incapaces de comprender lo que había ocurrido. Querían dar gracias porque aún estaban vivos, pero no sabían cómo vivir su vida ahora. A algunos su fe en Jesús les daba fuerzas, pero de todas maneras luchaban con una pregunta válida: ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Cómo empiezo de nuevo?”
Cerca de los que sufren
Las estudiantes pasaron tiempo en silencio con los adultos, dispuestas a compartir su dolor. Se sentaron con los que no podían hablar y escucharon calladas a los que sí podían. Diana comparte su experiencia:
“Sentí pena y dolor y a la vez me frustraba la situación porque era incapaz de hacer nada. Tenía miedo y me sentía impotente. Lo primero que hice fue pedirle a Dios fuerzas para ser fuertes por ellos. Pero dentro de mí estaba hablando con él, haciéndole preguntas. ¿Por qué había permitido que esto ocurriera?
Pero en medio de las historias tan dolorosas encontré a Dios. El Dios de los milagros, el Dios de amor, que está cerca de los que sufren. Algunos contaron cómo Dios los había salvado. Me dijeron que Su paz y esperanza era lo único que les quedaba. Uno de ellos dijo: ‘Sigo vivo para contar los milagros que Dios ha hecho en mi vida y no me quedaré callado’.
En ese momento se me partió el corazón. Yo había empezado a cuestionarme los planes de Dios y ellos aún lo adoraban, a pesar de su sufrimiento”.
La vida en los refugios
Las estudiantes pasaron mucho tiempo con los niños en el refugio. Jimena reflexiona:
“Los niños tienen una resistencia extraordinaria. Eran increíbles sus sonrisas, su risa y su anhelo de jugar y abrazar y aprender en medio de su situación. Estaban emocionados porque la semana siguiente iban a volver a la escuela. Ellos infundían vida en el refugio. Su ternura y gozo daban fuerzas a los adultos”.
Haciendo lo que pueden
Otros estudiantes de GEU también se han unido al trabajo de auxilio: han ido con su iglesia o familia llevando comida, ropa, medicinas e incluso música. El movimiento estudiantil está recaudando dinero para apoyar a tres familias afectadas por la erupción. Siguen pensando en formas de apoyar a los supervivientes a medio y largo plazo. Y siguen orando. No pueden hacerlo todo, pero hacen lo que pueden.
Benita, una obrera, escribe:
“Anhelamos de todo corazón que en medio del dolor puedan sentir de forma palpable el abrazo constante de nuestro Dios que restaura, de nuestro Padre que sostiene”.
Oremos con ellos:
- Oremos para que el Dios de paz consuele a los supervivientes y les traiga sanidad y esperanza.
- Oremos para que Dios dé sabiduría y fuerzas al gobierno, a las iglesias y a las organizaciones (incluyendo GEU) a medida que trabajan para responder a las necesidades de los supervivientes.