Elisa Cunningham

La teología pesimista y su impacto en el mundo actual

Pablo Pistilli

En los primeros años de mi carrera universitaria comencé a leer la Biblia y me acerqué al cristianismo. En ese momento mi vida se caracterizaba por mi fe y mi esperanza, quizás muy exageradas. En aquel entonces me acerqué a una iglesia y empecé a congregarme. En ese contexto, unas ideas empezaron a filtrarse en mi mente y de manera casi imperceptible se instalaron en mí. Ahora me doy cuenta de que eran las semillas de la teología pesimista. Estas semillas andan flotando por los campos de la cultura protestante evangélica y son semillas que suelen crecer cuando caen en una tierra rica en frío egoísmo.

Una característica de la teología pesimista es que carece de esperanza para este mundo y, si bien reconoce las glorias de una vida eterna, no tiene nada que ofrecer hoy en día a esta creación tan lastimada. Esta melancólica corriente de pensamiento es a su vez uno de los principales pilares que sostienen el abandono actual de la conciencia ecológica y social por parte de la iglesia cristiana evangélica.

En los tiempos de la Primera Guerra Mundial y de la mano de algunos teólogos de esa época, se introdujo entre los grupos protestantes la “teoría premilenialista”. A partir de esta teoría se desarrollaron ideas que calaron profundamente, como la visión del presente “mundo malo” completamente irredimible e inmejorable, o la idea de que el proceso mundial de deterioro ecológico, político, social, económico y moral seguirá avanzando de manera continua hasta la segunda venida de Jesucristo. El argumento es, entonces, que si el mundo continuará empeorando y si únicamente Jesucristo lo restaurará cuando venga, ¿qué sentido tiene tratar de mejorar la sociedad ahora? ¿Qué significado tiene cuidar a una creación que de todas maneras se irá destruyendo paulatinamente hasta el fin?

Es sorprendente cómo una teoría como esta, totalmente absurda, antibíblica y contradictoria con el mensaje de esperanza que comunicó Jesucristo, puede surgir de la iglesia misma y afectar tanto a los creyentes cristianos. Es muy grave que el que en otro tiempo se conoció como “el pueblo de la esperanza” se haya sumido en el pesimismo, la desilusión y la desesperanza, pero más grave aún es encontrarnos inventando teologías que sustenten ese pesimismo.

En la ABUA (Asociación Bíblica Universitaria Argentina), el movimiento de IFES en Argentina, estamos trabajando desde hace tiempo sobre la temática del compromiso del universitario cristiano para con la sociedad, a través de diferentes instancias de capacitación. Hace varios años Ezequiel Deleu (en ese momento estudiante, ahora ya arquitecto) participó del taller de “Cuidado de la creación”, algo que cambiaría drásticamente el rumbo de su profesión. Ezequiel ha manifestado en reiteradas oportunidades que profundizar en la teología de la esperanza le dio el envión final que necesitaba para fundar su propia empresa, Micromundo, una exitosa startup que tiene como objetivo “llevar la naturaleza a la ciudad”. A través del desarrollo de techos vivos (green roofs), cuadros vivos, jardines verticales y piscinas naturales pretende romper con la enajenación en la que viven los ciudadanos, comprendiendo que la voz de Dios se hace oír desde la hermosura y maravilla de su creación (Romanos 1:20). Este es solo un ejemplo de que seguir teniendo esperanza en que la palabra de Dios tiene poder para transformar la vida de la gente y la realidad del mundo puede darnos ideas sobre cómo poner nuestra profesión al servicio del reino de Dios y de cómo resistir a la teología pesimista, porque dejar de creer que algo es posible implica también dejar de intentarlo.

La teología pesimista contradice totalmente el mensaje que Jesucristo nos transmite en los evangelios sinópticos, ya que entra en conflicto con el tema más importante de su predicación: el reino de los cielos o el reino de Dios. Jesús dice: “¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos? Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra” (Marcos 4:30-32). Él habla del reino de Dios como un reino en pleno crecimiento, imparable. Un reino que comienza por poco y va ganando terreno hasta ser inmenso, que se expande y va conquistando todo a su paso. Por eso también lo compara con la levadura: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (Mateo 13:33).

Entonces, quienes creemos que el reino de Dios está creciendo ahora y acá en la tierra, en lugar de predicar pesimismo, deberíamos vivir con esperanza, trabajando por tener un mundo cada vez más limpio y cristalino, una naturaleza donde no se extingan más especies, una sociedad que extraiga los recursos naturales de manera sustentable para el beneficio de todos, entre otras cosas.

Cuando hablo con los defensores de la teología pesimista, ellos suelen decirme: “La Biblia dice que todo irá para peor”, pero cuando les pregunto dónde está eso en la Biblia, no saben qué responder. Esto es grave y podríamos considerarlo casi como una blasfemia, ya que están intentando hacer decir a la Biblia algo que no dice para justificar un estilo de vida sumergido en la pasividad y comodidad.

Por otro lado, la historia de la humanidad misma nos enseña que en los últimos 2000 años las sociedades han vivido ciclos de degradación y reconstrucción, así que los signos que vemos de deterioro ambiental o moral no son señales proféticas válidas. No debemos olvidar cómo los creyentes de otros tiempos han propiciado cambios positivos en sus sociedades como la abolición de la esclavitud, la lucha contra el racismo, etc.

Otro argumento que presentan los defensores de la teología pesimista es la idea de que: “Cristo viene pronto y toda la creación será destruida”. Por lo tanto, ¿qué sentido tiene que como cristianos nos preocupemos por el medio ambiente, si en breve Jesús vendrá y lo destruirá todo? Esta idea es aún más grave que la anterior, ya que constituye como falso profeta a quien la sostenga. Me atrevo a decir esto porque Jesús fue muy claro: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (Mateo 24:36). De modo que, si nadie sabe cuándo vendrá, ¿cómo puede haber cristianos que digan saberlo y aparte utilicen este supuesto conocimiento profético para justificar su desidia en lo que respecta al cuidado de la creación? Es incorrecto apelar a estos falsos profetas de nuestra era, ya que como hijos de Dios debemos vivir preparados como si Jesús viniera hoy, pero nunca utilizar esta idea como sustento de nuestro derrotismo y holgazanería.

Además, si Jesús dice que nadie sabe cuándo será el fin, ¿qué haremos si Dios ha determinado que la raza humana viva en este mundo 100.000 años más? ¿Qué haremos como humanidad para sobrevivir mientras tanto? Y ahora pienso, cuando Jesús se pregunta si cuando él vuelva hallará fe en la tierra (Lucas 18:8), ¿lo hace pensando en que al venir encontrará pocas personas con fe o que no encontrará personas?

En resumen, el inminente regreso de Jesucristo debe ser el motor para una vida de entrega y santidad, una existencia abocada totalmente al cuidado de su creación y la expansión de su reino, no una excusa para descuidar estas cuestiones.

En este sentido debemos abandonar todo tipo de teología pesimista que solo prevé la destrucción de este mundo y optar por una que espera su perfecta redención, “porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21). Tenemos que dejar de ver el mundo sin esperanza y comenzar a verlo como lo que es realmente.

Promovamos entonces una teología de la esperanza que hable de la justicia en lo económico, político y social, en armonía con lo ecológico y que luche por la liberación total de toda persona y de la creación. Una teología de la esperanza llevará a la proclamación de un evangelio más integral y a un compromiso cristiano más radical. La iglesia dejará de ser una institución meramente religiosa para transformarse en una verdadera agencia del reino de Dios. Porque esta esperanza que como hijos de Dios tenemos para con la creación es más fuerte que cualquier teología pesimista que se pueda levantar y debemos hacerla realidad en nuestros ministerios, con nuestras profesiones y durante el corto tiempo que nos encontramos en la universidad. ¡Abajo las teologías pesimistas y arriba las banderas de la esperanza que por tanto tiempo han enarbolado los ciudadanos del reino de Dios! ¡Como pueblo de Dios volvamos a ser la esperanza que la creación entera necesita!

Preguntas para debatir 

  • En tu iglesia y en tu grupo de estudiantes, ¿impera la teología pesimista u optimista sobre la creación?
  • ¿Crees que la Biblia es más pesimista o más optimista sobre la creación?
  • ¿Cómo cambia tu vida como estudiante, profesional, familiar o miembro de la iglesia si te aferras a una teología pesimista o a una teología optimista?

Lecturas adicionales 

  • Ian Bradley. Dios es verde: Cristianismo y medio ambiente. Santander: Editorial Sal Terrae, 1992.
  • Padilla DeBorst, Ruth, David Zac Niringiye, y C. René Padilla. Semillas de nueva creación: pistas bíblicas para una vida ecológicamente justa. Buenos Aires: Kairos, 2010.
  • Stam, Juan B. Las buenas nuevas de la creación. Buenos Aires: Kairós, 2003.
  • Stott, John. El cristiano contemporáneo. Barcelona: Libros Desafío, 2001.
  • ———. La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. Grand Rapids, Mich.: LibrosDesafío, 2005.
  • Wright, Christopher J. H. La misión de Dios: descubriendo el gran mensaje de la Biblia. Buenos Aires: Certeza Unida, 2009.

Las citas de la Biblia son de la Versión Reina-Valera 1960© Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.

PyM 8: Esperanza para la Creación

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