Seguir a Jesús cueste lo que cueste
La fidelidad estudiantil en Oriente Medio
En Oriente Medio, decidir seguir a Jesús jamás es una decisión fácil. Para Saheena* y Noreen*, esta decisión significaría perder amistades, parientes y, quizás, su propia vida. Un obrero local de IFES compartió las historias de estas dos estudiantes que decidieron seguir a Jesús costara lo que costara.
Saheena: por fin un encuentro con Jesús
Saheena había estado explorando la fe cristiana en secreto. Soñaba con estudiar en el extranjero, en un país donde pudiera ir a la iglesia y aprender acerca de Jesús. Sin embargo, su padre era un musulmán devoto y jamás lo permitiría. Él insistía en que Saheena permaneciera en Oriente Medio, lejos de cualquier influencia.
Pero Dios, en su bondad, permitió que Saheena acabara compartiendo habitación con una chica cristiana en la universidad. Esta compañera la presentó al grupo cristiano del campus y, más tarde, Saheena conoció a Cristo. Desde entonces, ha estado compartiendo el evangelio con sus amigos, aunque estos se ríen de ella. Anhela poder hablar a su familia acerca de Dios, pero es demasiado peligroso: debido al puesto que su padre ocupa en la comunidad, su vida correría un grave peligro. Su familia se ha dado cuenta de que ella ha cambiado, pero desconocen la razón. Su madre le dijo: «Si alguna vez decides seguir una dirección diferente en tu vida, habré fracasado como madre».
Noreen: quemada, golpeada y agradecida
Noreen está en su último año en la universidad. Conoció a Cristo a partir de un trasfondo musulmán, unos meses después de conocer a un miembro del personal de IFES en el comedor de la universidad.
Desde entonces, ha tenido que enfrentarse a la oposición de su padre y hermanas (su madre falleció unos años atrás). Hace unos meses, su familia encontró una Biblia que había escondido en su habitación y se enfadaron mucho. «¿Cómo te atreves a traicionar y deshonrar a tu familia de estas forma? ¡Has sido una estúpida al considerar otra religión! ¡Te han lavado el cerebro!». Le dijeron que la perdonarían y olvidarían todo aquello si negaba a Jesús y volvía al Islam.
En medio de todo ello, Noreen seguía intentando testificar a su familia. Su padre se enfadó tanto que le tiró agua hirviendo encima. Pero, aun así, Noreen se negó a callar: «Por favor, tienes que leer la Biblia por ti mismo, todo lo que dice es verdad». Sus hermanas la golpearon hasta que se quedó inconsciente. Cuando despertó, vio que estaba en el hospital. Sus quemaduras eran tan graves que tuvo que quedarse allí ocho días. Nadie la visitó durante este tiempo. Cuando le dieron el alta, tomó un taxi para volver a casa pero, al llegar, descubrió que su familia se había mudado mientras ella estaba en el hospital. Su casa estaba completamente vacía, con la excepción de una caja de cartón con algunas de sus pertenencias.
Noreen se ha aferrado a las palabras de Jesús que nos alertan de que debemos esperar sufrimiento y persecución si le seguimos, y de que aquél que ama a su padre o a su madre más que a Él, no merece ser de Él. A pesar de todo lo que se le ha arrebatado, Noreen todavía se siente agradecida por conocer a Jesús. También se siente agradecida por su iglesia, pues le ha proporcionado ropa, comida y un lugar donde vivir. Las palabras de Jesús resuenan a lo largo de la historia de Noreen:
«—Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna».
Marcos 10:29,30
Señor de las naciones, acércate a estas dos muchachas y a todos los estudiantes cristianos en Oriente Medio, que sufren a causa de su fe. Que conozcan tu presencia, amor y provisión de manera profunda. Que continúen confiando en Tu Palabra y siguiéndote fielmente hasta el final, cueste lo que cueste. En el nombre de Jesús, amén.
*No son sus nombres reales.