Gestos de amor en Puerto Rico
En el mes de septiembre de 2017, dos poderosos huracanes, Irma y María, afectaron las islas del Caribe, en solo dos semanas entre uno y otro. En Puerto Rico, a nivel general, Irma no causó tanto daño como esperábamos; pero sí a nuestros demás hermanos caribeños. Por eso, desde aquí se levantó una ola de solidaridad, generosidad y hospitalidad hacia las islas vecinas. Lo que no sabíamos es que esto nos preparaba para la misma actitud que tendríamos que asumir entre nosotros mismos dos semanas después.
El huracán María atravesó la isla de sureste a noroeste durante casi 30 horas, afectando la totalidad del país: destruyendo casas, deslizando montañas, arrasando con la vegetación, colapsando la infraestructura de los servicios de energía eléctrica, agua potable, telecomunicaciones, y dejando una cantidad de muertos que nunca fue oficialmente contabilizada.
Los estudiantes responden
Aunque al principio la comunicación por las vías normales era imposible, poco a poco fuimos sabiendo los unos de los otros. Y así empezaron las historias: un estudiante fue en bicicleta hasta la casa de su obrero local para saber cómo estaba; otro estudiante pidió prestado un coche para recoger a sus amigos y celebrar su amistad en medio de la catástrofe; una semana más tarde, el mismo estudiante usó el coche para ofrecerse como voluntario en un centro de ayuda organizado por su iglesia local; dos obreros se encontraron por casualidad en el mismo centro de ayuda mientras ambos estaban trabajando como voluntarios junto con sus respectivas iglesias y descubrieron que ambas iglesias estaban colaborando para ofrecer ayuda urgente a los que aún no la habían recibido.
Uno de los líderes estudiantiles se aseguró de contactar cada uno de los estudiantes de su grupo local y se reunió con su obrero en un abarrotado centro comercial porque era el único lugar accesible que estaba abierto y era seguro.
La comunicación es aún muy difícil, pero es suficientemente estable como para confirmar que tanto los miembros del movimiento nacional como sus familias están relativamente bien, bajo estas circunstancias. También hemos podido compartir tanto necesidades como oportunidades de servicio.
El movimiento celebró el Día Mundial del Estudiante sin poder juntarnos como habíamos planeado, sino que cada uno se quedó en casa para orar por la misión estudiantil. Al cabo de poco tiempo, algunos estudiantes, obreros y graduados finalmente consiguieron reunirse y compartir sus experiencias y necesidades. Oraron juntos y allí mismo, con tantas cosas en común, algunas oraciones fueron contestadas.
Nunca solos
Ante una realidad tan terrible, se esperaría una respuesta equivalente, es decir, grande, impactante, tan poderosa como fue la destrucción. Y se entendería la decepción que sentimos al no ver tales expectativas cumplidas. Nuestros planes se frustraron, nuestros esfuerzos se vieron limitados y la ayuda no siempre llegó como la esperábamos. Sin embargo, nunca estuvimos solos.
Una esperanza de carne y hueso
A medida que se va acercando la Navidad y reflexionamos sobre el nacimiento de nuestro salvador, nos damos cuenta de que ello también frustró expectativas. El Mesías nació en un lugar que no era adecuado para un rey: en la pobreza y en medio del escándalo de una joven virgen embarazada.
Es lo que celebramos en la Navidad: Que en las condiciones menos ideales, ante el dominio abusador de un imperio, bajo persecución, nació Jesús, el Señor, como un pequeño bebé. Y así se hace presente nuestra fe aquí y ahora.
Porque creemos en Jesús, podemos ver su salvación, no en los grandes poderes políticos ni en las espectaculares campañas publicitarias, sino en los pequeños gestos de la gente de carne y hueso que por amor se dan día a día por el prójimo. La encarnación de Dios en el mundo, en toda su humilde gloria, nos permite entender que hay salvación del sufrimiento que vivimos, que hay esperanza, y que vendrá igualmente nacida de en medio nuestro. Dios con nosotros es Dios como uno de nosotros. Entre los que sufren, allí está él, proveyendo y dando fuerzas, sanando y consolando, llorando y dando aliento.
Dos meses después del evento natural, aún sufrimos, esperamos y servimos. No nos interesa romantizar la necesidad. Cada día la ansiedad aumenta. El país lleva dos meses sin energía eléctrica ni agua potable. Queda mucha gente sin techo y miles se han ido del país buscando refugio. Los estudiantes van a sus clases durante el día pero muchos no tienen donde estudiar ni cómo cumplir con las exigencias de sus cursos.
Todavía falta mucho por hacer. Pero la historia de Jesús nos da esperanza. Podemos juntarnos y continuar dándolo todo, poniendo primero a los demás y creyendo ahora más que nunca que tiene sentido seguir a un Señor que nos enseña que somos amados, creados con dignidad y que podemos vivir una vida digna de esta identidad.
José Julio Martínez, obrero local ABU Puerto Rico