Confrontando la vergüenza en Eslovaquia
Hablando sobre la Gracia en la vida y la cultura estudiantil
Mi teléfono vibró. Una estudiante cristiana me envió un mensaje diciéndome que necesitaba hablar conmigo de manera urgente. “Cuando descubras lo que he hecho, jamás querrás tener una relación conmigo”, me advirtió. No me llevó mucho tener una idea de lo que había ocurrido. Un año atrás había tenido una conversación parecida con otra chica.
Por lo que acordamos reunirnos en una cafetería. Le compré un chocolate caliente y algo de comer. Antes de que empezásemos tenía claro lo que estaba pasando, mi intuición no me había fallado. A causa de mi pasado vergonzoso (y, a veces, mi presente), puedo detectar la vergüenza a kilómetros. Es como una gabardina invisible y pesada que está lastrando a alguien. Mientras me contaba su historia, la muchacha estaba encorvada, con la mirada gacha y los hombros caídos, mientras miraba fijamente entre el borde de la mesa y el suelo.
¿Bastaría con el Evangelio? ¿Es suficiente Jesús? ¿Qué podría ofrecerle yo? Durante los últimos días se había estado vistiendo con un manto de vergüenza. Alzarme como moralista tampoco le ayudaría. No necesita otro sermón. Otros cristianos con los que había hablado han tomado esa vía. Tiene muy claro que ha obrado mal. Si se lo digo tres veces más, quizá no salga siquiera de la cama mañana. El manto de la deshonra sería demasiado pesado.
¿Qué debería decir?
El ministerio estudiantil en Eslovaquia
No somos las únicas personas familiarizadas con el sentimiento de deshonra. La vergüenza tiene una gran influencia en la sociedad eslovaca. En ocasiones, la gente siente vergüenza aunque no haya hecho nada malo. Como cuando se convierten al cristianismo, por ejemplo. Aunque haya libertad religiosa en este país, ante los ojos de la sociedad, aquellos que profesan fe en Cristo hacen caer la deshonra sobre ellos y sobre sus familias.
Una estudiante se hizo cristiana el verano pasado. Y todo el mundo empezó a chismorrear sobre ella. En su pueblo se había convertido en vox populi que no asistía a Misa y decían que le había dado la espalda al catolicismo. Su madre la llevó a un exorcista católico quien determinó que tenía el demonio del protestantismo.
Hace poco se hizo cristiana otra estudiante. No hay ninguna iglesia evangélica en su pueblo, y le daba miedo asistir a la iglesia conmigo en la ciudad. No quería avergonzar a su familia.
La conversión no entraña peligro como en algunos países. Pero la deshonra y el rechazo de la comunidad son factores poderosos. Existe un miedo real de decepcionar a la familia. En mi caso, por ejemplo, mi abuela se ha negado a dirigirme la palabra desde que me hice cristiana hace 12 años. Por lo que resulta fácil que la familia, los amigos y la sociedad proyecte una sensación de deshonra.
Qué tiene que decir el Evangelio acerca de nuestra vergüenza
¿Qué dice el Evangelio a los cristianos en una cultura basada en la vergüenza? ¿A la estudiante avergonzada por su pasado? ¿A la estudiante acusada de tener un espíritu maligno? ¿A la estudiante que tiene miedo de ir a la iglesia? ¿A la obrera rechazada por su abuela?
El Evangelio nos da la medicina que necesitamos: La gracia de Dios. La gracia limpia nuestras conciencias. La gracia nos lleva a soportar el dolor del rechazo y la tentación de encajar. La gracia para saber que no nos define lo que otros puedan pensar sobre nosotros, sino que nos define nuestra nueva identidad en Cristo. Quizá nos persiga nuestro pasado vergonzoso; o puede que seamos considerados una vergüenza por nuestra sociedad. Pero, en Cristo podemos conocer la liberación completa de la vergüenza.
Volvamos a la cafetería… Observé a la estudiante quebrantada que tenía en frente y me vi a mí misma. Sabía lo que necesitaba escuchar. Gracia. La gracia que habla acerca del perdón, la integridad y la restauración con Dios, nuestro Padre, por medio de la cruz de Cristo.
“Purificarme con hisopo, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.” Salmo 51:7 [NIV]
Oramos. Leímos algunos salmos. Hablamos. Reflexionamos acerca de la certeza que Jesús tiene el poder de reparar los corazones corruptos y hacernos más blancos que la nieve. Le dimos las gracias a Dios por Su gracia que siempre elimina nuestra vergüenza y nos viste de honor.
Reflexión de una obrera de VBH Eslovaquia