Tras la caída del telón de acero
El coste de llevar la esperanza del evangelio a los estudiantes de Eurasia
Georgia, 1996.
Era una noche fría. Werner se enteró de que una estudiante se había varado en un pueblo y no podía permitirse el billete de autobús para volver a la ciudad. Junto con otra estudiante, emprendió el peligroso trayecto de tres horas en medio de la nieve para ir a buscarla.
Fue una decisión arriesgada. Georgia no era un lugar seguro en la década de los 90. Existía la posibilidad de que apalearan y robaran a estos tres extranjeros, porque eso era lo que solía pasar. Al hombre que vivía en el piso de arriba lo mataron en la escalera de un disparo. Werner y su joven familia veían los agujeros de bala en la pared cada día al pasar La supervivencia parecía poco probable para alguien que, como él, impulsaba la obra pionera estudiantil.
Salvados por los pelos
Llegaron al pueblo donde estaba la estudiante, la recogieron e iniciaron el trayecto de vuelta. Mientras regresaban, vieron a tres hombres armados delante de ellos. Les indicaron que detuvieran el coche. ¿Era el fin? Desde los asientos traseros, las estudiantes le gritaban que no se detuviera. ¿Qué debía hacer? Redujo la velocidad y apagó las luces como si fuera a detenerse. Pero, justo antes de que los hombres pudieran abrir las puertas, pisó el acelerador a fondo y huyeron disparados. Pasaron mucho miedo.
Cuando llegaron a la ciudad, les contaron a sus amigos lo que había sucedido. Uno de ellos, que era pastor, felicitó a Werner:
“Bien hecho. Ahora saben que tu amor es genuino”.
Tras esa experiencia, ya no fue necesario que Werner motivara a los estudiantes para que hicieran sacrificios por Jesús. Cualquier estudiante que se convirtiera en aquella época entendía los costes que implicaba.
Listos para sacrificarlo todo
Abundan las historias sobre estudiantes valientes. Una banda callejera le dio una paliza a uno de ellos por ser cristiano. A otra, la amenazaron con un cuchillo en la garganta por compartir la fe. Otra se arriesgó a cruzar un cementerio por la noche para llegar a una residencia estudiantil y comenzar un grupo de estudio bíblico evangelístico. Esa estudiante solía hablar de lo necesario que es estar dispuesto a sacrificarlo todo por Jesús. Y es que ella era una de las chicas del coche. Al final se convirtió en la primera secretaria general del movimiento estudiantil.
Una transformación increíble
Para esos estudiantes cristianos habría sido difícil imaginar lo diferente que sería la vida en Georgia hoy, veinte años más tarde. La transformación ha sido increíble. La religión del país sigue siendo principalmente la ortodoxa, pero hay libertad de culto. Actualmente hay grupos de estudiantes activos en tres ciudades y obra pionera en una cuarta. También hay obra entre los estudiantes de escuela secundaria y los graduados. En los últimos dos años, se han llevado a cabo dos fructíferas semanas de misiones universitarias. También se ha representado el Experimento Marcos con la asistencia de 200 personas. Más de 30 estudiantes hicieron una confesión de fe en 2017.
Si bien aún queda mucho trabajo por hacer, también hay mucho que celebrar.
Eurasia hoy
Todavía hay algunos países de Eurasia que parecen igual de herméticos que la Georgia de hace 20 años. Tal vez no sea posible acceder a esos países, pero hemos tenido oportunidades increíbles de alcanzar a sus estudiantes en los últimos años. Las universidades de algunos de los países más cerrados envían estudiantes a estados vecinos para que cursen allí un año o más. De este modo, muchos han tenido la oportunidad de conocer a creyentes y escuchar el evangelio.
Orando por el cambio
El año pasado uno de esos estudiantes internacionales abrazó la fe cristiana. Al terminar los estudios y volver a su país, se propuso encontrarse con los estudiantes que se habían convertido y habían regresado a casa un año antes que él. Su esperanza era poder animarse unos a otros para seguir avanzando en la fe. Por razones de seguridad, tuvimos que cortar el contacto con él cuando volvió a su país. Nadie sabe cómo le va, si consiguió encontrar al resto de estudiantes cristianos ni si puede compartir la esperanza del evangelio con su familia y amigos. Por favor, ora por él.
Con el crecimiento del islam, la Iglesia ortodoxa y el nacionalismo por toda la región, es fácil desalentarse. Werner ahora dirige la obra pionera de IFES en Eurasia. Le preguntamos si cree que la situación cambiará algún día. “Sí, cambiará”, respondió. “Pero puede que los costes sean altos”.
Ora con nosotros por la transformación de estos oscuros rincones del mundo. Ora con fervor para que Dios levante estudiantes dispuestos a asumir riesgos allí y con carga por compartir el evangelio sea cual sea el coste.