La pregunta del universo
Cómo un antiguo musulmán conoció a Jesús en Eurasia
Vivía a cuerpo de rey en una familia adinerada de un país musulmán rico. Me lo daban todo hecho, ni siquiera sabía atarme los cordones hasta hace poco. Mis padres, musulmanes devotos, me educaron siempre en el estilo de vida musulmán. Cada día cantaba el llamado a la oración en la mezquita e incluso fui una vez de peregrinaje a La Meca.
Pero a los 12 años comencé a experimentar dudas. Había aspectos del Corán que no me cuadraban: la historia, la ciencia, la enseñanza… A los 16 años, decidí abandonar el islam. Estaba demasiado cansado de la religión. Me sentía traicionado, como si hubiera vivido una mentira. Así que me cerré a cualquier religión.
¿Existimos por casualidad?
Y así fue hasta enero de 2018. Estaba muy convencido de mi ateísmo, pero comencé a hacerme preguntas de nuevo. Sin importar cuánto estudiara, nadie podía explicarme cómo llegó a existir el universo. Creer que el universo se originó de la nada también requería fe. Muchas veces me fijaba en la belleza de las cosas: montañas majestuosas o imágenes fascinantes del cosmos captadas por el telescopio Hubble. ¿Cómo podía ser fruto del azar? Parecía imposible. Me vi obligado a reconocer que Dios existe.
Cuando todo cobra sentido
En cierto punto, empecé a leer sobre el cristianismo. Y me encantó. Pero necesitaba estar más seguro antes de tomar decisiones. Hace unos meses, me mudé a un país de Eurasia para estudiar. Comencé a orar al Dios de la Biblia para pedirle ayuda, porque deseaba de corazón conocer la verdad. Un día conocí a un cristiano y, cuando me invitó a su grupo de estudio bíblico, acepté con gusto.
Una semana más tarde, fui a la reunión y me encantó. De repente, comencé a anhelar saber más sobre la Biblia y la fe cristiana. Sentía de corazón que ese era el camino correcto. Todo cobraba sentido. ¡Entendí que Dios me ama tanto que envió a su Hijo Jesús! Jesús vino al mundo con la misión de morir por mis pecados (y los de todo el mundo) para que pudiera obtener su perdón. Efesios 2:8–10 enseña que la salvación es don de Dios, no algo que ganamos. Se recibe únicamente por la fe al confiar completamente en que Cristo murió, fue sepultado y resucitó como pago por nuestros pecados.
Nueva vida en Cristo
Desde que comencé la vida con Cristo, Él ha seguido cambiándome a través de su Palabra por el poder del Espíritu Santo que habita en mi corazón. Él trabaja en mi vida. Ahora me preocupo por los demás de verdad, no solo por mí mismo. Me siento increíblemente liberado y seguro al saber que he sido perdonado y que Dios está siempre a mi favor porque quiere lo mejor para mí. Jamás me había sentido así. ¡Me encanta la religión cristiana!