El regalo de la fragilidad
Navidad. Como familia, es el tiempo en que volvemos a casa desde diferentes partes del mundo. Recordamos juntos a Cristo, el precioso regalo de Dios para nosotros. ¡Qué increíble es que Dios viniera a nosotros y nos fuera accesible (en vez de haberse distanciado)! Vino como Emanuel, Dios con nosotros, y como nuestro verdadero mediador. Sin embargo, la Navidad siempre ha sido más que un mero recordar. Es el tiempo de anhelar que la salvación redentora de Dios toque el centro de nuestra identidad: nuestra familia, nuestra iglesia, nuestros vecinos y nuestra nación.
Nuestro Rey majestuoso se hizo voluntariamente vulnerable y honró nuestras vidas manchadas por el pecado. Así, la venida de Jesús indica la aparición de una nueva esperanza en medio de tantas cosas que solo causan desesperación, desilusión y duda. Tal y como dijo Isaías: «El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz…» (Isaías 9:2). Este es el gran evento que toda la historia ha estado esperando, ¡incluida mi familia!
Por ello, la Navidad nunca podrá ser simplemente un día en el año para mí. Más bien es el manantial de vida que brota de nuestras vidas, las moldea y las redime. Cada día tiene sentido solo porque Cristo ha venido y ya ha empezado su obra de hacer nuevas todas las cosas, incluso si aún estamos lejos de ver el final.
Mis celebraciones han sido moldeadas por lo que se ha ido pasando de generación a generación, tanto en mi casa como en mi pequeña iglesia evangélica metodista. Nuestra perspectiva fue formada en un país donde, hasta 2010, la libertad religiosa era un hecho. Vivíamos en una cultura multiétnica y multireligiosa marcada por el respeto mutuo, la curiosidad en la fe de los demás y un interés auténtico por el prójimo. Ahora, con la amenaza de un fanatismo religioso a la vuelta de la esquina, las palabras «Dios que está a nuestro lado» me ayudan a seguir firme.
Creo que el gozo de ser mujer es que muchas personas se sienten libres de compartir sus historias conmigo, pues hacemos el peregrinaje juntas. Como obrera de IFES con FES Malasia durante 30 años, tengo el privilegio de escuchar historias dolorosas de las vidas de mis estudiantes, lo que me lleva a luchar con Dios y preguntarle si realmente está con nosotros. Mis lágrimas riegan su altar mientras peleo con él sobre mis estudiantes y su ministerio conmigo ha moldeado aún más mi sólida convicción de que ciertamente Dios está con nosotros, nuestro Emanuel, y sé que ha oído nuestras peticiones. Las buenas nuevas de la Navidad son que Dios ha venido a nosotros y que ¡va a volver!
A menudo me considero como una pilluela, privilegiada de que Dios me levante en brazos una y otra vez con su gracia y misericordia infinitas. Por ello, entiendo que mi labor en la vida es ser un heraldo de este «Dios con nosotros» que guía a las personas hacia su reino del «ya pero aún no». Y sea cual sea mi puesto de trabajo formal, esta labor no cambia. Evidentemente, también soy una mujer en el liderazgo, por lo que tengo que estar alerta acerca de la tentación de pensar que se me ha tratado injustamente o que no soy tan buena como otros. Necesito no tomarme a mí misma demasiado seriamente y ser libre de ser yo misma.
Para mí, este es el verdadero significado de vivir la encarnación: saber que Dios está de nuestra parte, nos entiende y nos llama a un ideal alto ¡mientras vivimos nuestras vidas en fragilidad y vulnerabilidad como regalo a él y al mundo!
Annette Arulrajah, Secretaria Regional de IFES para Asia del Este.
Annette Arulrajah, de Malasia, fue nombrada Secretaria Regional de IFES para Asia del Este en agosto 2017. Annette ha servido en el equipo regional de IFES durante los últimos seis años, habiendo previamente liderado el movimiento estudiantil en Malasia. Es una líder con un corazón para el servicio y posee un profundo entendimiento de cómo Dios trabaja mediante sus debilidades, además de tener una visión de continuar viendo a Dios obrar en las vidas de los estudiantes de la región.
Daniel Bourdanné, Secretario General IFES